04-06-14 - Pieza del mes de junio de 2014
La Fundación Museo de las Ferias destaca como “Pieza del Mes” de junio una escultura de San Juan evangelista perteneciente a los fondos de la Fundación Simón Ruiz que, en su momento, debió de formar parte de un Calvario perdido. Por sus características de estilo puede atribuirse a algún escultor del círculo de Juan Rodríguez (Isidro de Villoldo, Pedro de Salamanca,… entre otros), artistas seguidores de Alonso Berruguete que entre las décadas de 1540 y 1550 están trabajando en Medina del Campo en el gran retablo mayor de la Colegiata de San Antolín.
Esta magnífica obra es muy probable que proceda del coronamiento de un gran retablo perdido, quizá de alguna de las parroquias desaparecidas de Medina del Campo, habiéndose recogido –junto con una Virgen Dolorosa con la que hace conjunto- en un momento indeterminado en una de las capillas laterales de la capilla del Hospital de Simón Ruiz, espacio donde ha llegado hasta nuestros días.
Es bien conocida la condición de Medina del Campo como lugar de llegada de numerosos artistas a lo largo de todo el siglo XVI para realizar los encargos que nacían al amparo de la devoción de acaudaladas familias asentadas en la villa, cuya última voluntad era la de descansar en una capilla particular debidamente ornamentada. El paso del tiempo y el declive de la población trajeron consigo la desaparición de cerca de una treintena de templos y de buena parte del patrimonio mueble conservado en ellos; sin embargo, fueron muchos los casos de obras artísticas que se trasladaron a otras parroquias y conventos para su veneración, llegando hasta la actualidad descontextualizadas y sin la oportuna documentación que acredite su origen y primera titularidad.
Este es el caso de la escultura del apóstol San Juan que actualmente se conserva en el Museo de las Ferias, depositada por la Fundación Simón Ruiz, en tanto que de ella tan sólo conocemos con certeza su anterior ubicación en la primera capilla, desde los pies, del lado del Evangelio de la iglesia del Hospital General. Allí estuvo emplazada hasta 2008, año en que fue sustraída y meses después felizmente recuperada, formando parte de un Calvario “provisional” con una Virgen Dolorosa del mismo momento y procedencia, y un Crucificado cronológicamente muy anterior (del siglo XIV). Nada sabemos acerca de su origen y de las circunstancias que concurrieron para que fuera reubicada al interior del templo hospitalario; no obstante, creemos que podría relacionarse con alguno de los traslados de piezas procedentes de las iglesias parroquiales desaparecidas tras la francesada o de alguno de los monasterios desamortizados durante la primera mitad del siglo XIX. La obra no se cita en los inventarios y catálogos artísticos publicados en el siglo XX, documentándose por primera vez en informes internos de la Fundación Simón Ruiz (en los años ochenta del siglo anterior) y, públicamente, en el Catálogo Monumental de Medina del Campo editado en 2004.
A pesar de todo, las características de la obra y su similitud con otros Juanes evangelistas que aún se hallan coronando grandes conjuntos escultóricos, nos dan la pista para, al menos, acercarnos a la época en que fue labrada y una posible atribución. Tanto la composición de la figura, los elegantes plegados de los ropajes y los detalles de la policromía y los dorados que presenta, relacionan nuestro San Juan con la escultura homónima del Calvario del retablo mayor de la Colegiata de San Antolín, en el que sabemos que trabajan desde 1540 varios talleres de artistas que siguen la estela del maestro Alonso Berruguete. El profesor Parrado del Olmo, a quien debemos el más detallado estudio de dicho monumental conjunto artístico, recuerda varias de las características de sus esculturas que, en término generales, son las propias de las obras manieristas nacidas en la escuela de Ávila y que coinciden con las que presenta nuestra escultura: canon berruguetesco pero con rasgos menos estilizados que los habituales del maestro, insinuación del movimiento helicoidal que, en este caso, no llega a la conocida “serpentinata”, y cierta suavidad en los plegados que contrasta con la fuerza expresiva del rostro del apóstol, de marcados rasgos angulosos. Un apunte final: contemplada la pieza con detenimiento, salta a la vista la marcada separación que presentan los pulgares de ambos pies con respecto al resto de los dedos, detalle que casi podríamos considerar como un supuesto “sello personal” o “firma de artista”.
Antonio Sánchez del Barrio